Entre los mejores documentales que se quedaron en el camino del Oscar está Él me llamó Malala /He named me Malala, (Emiratos Árabes Unidos-Estados Unidos, 2015). Dirigido por Davis Guggenheim, que en su larga trayectoria integrada básicamente por documentales y trabajos en televisión, tiene dos que han sido de especial impacto: Una verdad incómoda en el que Al Gore advierte de los peligros de la falta de atención ante los síntomas del calentamiento global, y que ganara el Oscar al Mejor Documental en 2006, y Esperando a Superman (Waiting for Superman, Estados Unidos, 2010), que hace una crítica frontal de las deficiencias del sistema de educación pública de nuestros vecinos.
En esta producción documental que se puede ver ya en Apple TV, y próximamente en Netflix Latinoamérica, Guggenheim aborda ahora un tema totalmente diferente, y con su sensibilidad característica se acerca a la biografía de Malala Yousafzai, una joven pakistaní que desde muy niña desarrolló una potente personalidad, tendencia al liderazgo y, sobre todo, a no callar sus opiniones ni su manera de pensar. El problema es que nació en un contexto de marginación y persecución contra cualquier intento de las mujeres por salir adelante.
De espíritu rebelde e inconforme, a los 13 años empezó a escribir un blog para la BBC firmando con un seudónimo. En él hablaba abiertamente de su día a día y se convirtió en una aguda crítica de las restricciones del régimen Talibán que cerró las escuelas privadas y prohibió a las niñas paquistaníes el acceso a la educación. Respaldada por su padre Ziauddin Yousafzai, Malala provocó la ira de los talibanes que intentaron matarla cuando viajaba a la escuela con sus amigas en un autobús.
Davis Guggenheim se aparta por completo de la sensiblería y analiza la personalidad de Malala desde su grupo familiar (vital para el desarrollo de su personalidad), su activismo político, sus ilusiones y sueños adolescentes, las presentaciones en público, entrevistas y conferencias de prensa, su determinación a seguir luchando como un David contra Goliath. Tiene una frase que vale oro: “Un niño, un maestro, un lápiz, y un libro, pueden cambiar el mundo”. Alterna secuencias de su vida en Mingora, Pakistán, antes del grave atentado, su vida en familia, las amigas, la escuela, los días en que se debatió entre la vida y la muerte. Después el traslado de todos a Birmingham en Inglaterra, donde se han instalado ante el riesgo de un nuevo ataque. Tras meses de rehabilitación, Malala se ha recuperado de forma casi milagrosa y continúa con su activismo y quiere regresar a Pakistán a hacer una carrera política.
El título del documental hace énfasis en la figura del papá, Ziauddin, que encontró en su hija una continuación de sí mismo para divulgar su pensamiento liberal. Él eligió Malala como su nombre cuando nació. Significa “la que guía”, y ella lo porta con un particular orgullo. Guggenheim también permite el cuestionamiento en torno al hecho de que los padres sabían el riesgo que la niña corría hablando libremente contra el Talibán, no bajo una óptica de desaprobación pero sí acentuando el valor de todos para que ella siguiera adelante.
La historia de Malala se escribió de cierta forma porque la bala no dio en el blanco… o probablemente sí.
Muy recomendable.












