La destrucción causada por el huracán Otis en las costas de Acapulco parece superar, por mucho, nuestra capacidad de comprenderla. No solo el lograr procesar las imágenes de los estragos en las costas de Guerrero, sino realmente comprender la magnitud de la tragedia. Y lo que es peor, nuestra falta de preparación para ella. Sin embargo, lo más duro de la destrucción y de lo que ahora sabemos sobre cómo fue llegando la información en la víspera de Otis, es llegar a la conclusión de que realmente no había cómo prepararse adecuadamente para ese nivel de destrucción. Lo más difícil de comprender es que quizá este desastre fue más fuerte de lo que estamos humanamente preparados para soportar.
Y con esto me refiero a que, si bien existieron advertencias tanto por parte de la CONAGUA como actualizaciones del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (NHC por sus siglas en inglés), tampoco esto fue suficiente. Ni siquiera la tecnología avanzada de estos centros pudo recabar información a tiempo de que el huracán tenía posibilidades de convertirse en categoría 5, para intentar contener el daño. Otis tocó tierra el miércoles 25 de octubre a las 3:00 AM (hora del centro). Las actualizaciones antes mencionadas fueron hechas a través de la plataforma Twitter (X) a las 5:56 PM (horario del centro) en el caso de NHC y a las 6:29 PM en el caso de la CONAGUA. De manera que ambas instituciones compartieron la misma información casi a la misma hora.
La desinformación
Sin embargo, existen algunos medios que parecen querer cambiar este margen de diferencia a través de sus encabezados y redes sociales, haciéndolo ver más grande y con mayores posibilidades de prevención y, por lo tanto, causado por la negligencia de parte del gobierno mexicano.
Como se mencionó previamente, lo descabellado de la tragedia de Acapulco es que, no solo se nos salió de las manos, sino que quizá nunca estuvo en ellas. La naturaleza nos demostró que la magnitud que pueden adquirir los desastres en el marco de la crisis climática está muy por fuera de nuestros márgenes de comprensión y, lo que es peor, nuestros márgenes de acción. Lo que sabemos hasta ahora nos ha demostrado que ninguna autoridad en el mundo tuvo idea de la magnitud que Otis iba a tener una vez que tocara tierra, a tiempo.
Sin embargo, una historia muy diferente y con implicaciones muy distintas fueron una gran parte de las medidas tomadas por el gobierno una vez que se perdió comunicación con Guerrero y se prevía que el daño podría ser mayor a lo esperado. Desde la elección pueril de desplazamiento a Acapulco por parte del Presidente (sabiendo que las carreteras estaban cerradas), bloquear la ayuda humanitaria por parte de la sociedad civil y únicamente permitir paso de los víveres entregados por el Ejército, hasta declarar saldo blanco antes de tener información real sobre el desastre. Y la historia lo juzgará por ello.
En conclusión, lamentablemente, existe un sinfín de factores que podemos reclamar al gobierno. En términos de prevención, van tan lejos cómo la gran falta de interés de poner al frente las iniciativas por cuidar el medio ambiente. Esto es evidente al invertir una parte tan grande del presupuesto público en una refinería (cuando sabemos desde hace años que quemar combustibles fósiles es una de las peores maneras de contaminar). O también deforestar la península de Yucatán de manera rapaz para construir el Tren Maya.
Todo eso demuestra una negligencia total al creer que estas acciones no contribuyen al cambio climático que causó desastres como el de Guerrero. Y todo lo que pasó antes y después es (y será) su responsabilidad. Pero en términos de poder haberlo visto venir con detalle, quizá eso es demasiado ambicioso para el poco control que los seres humanos podemos tener sobre la naturaleza, que siempre termina por recordarnos que somos diminutos ante ella.
(Photo credit: AFP)
Te puede interesar: Centro de Huracanes de EU advierte de huracán «extremadamente peligroso»
