La decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación de sacar del aire el spot de Morena en el que Andrés Manuel López Obrador promete vender el nuevo avión presidencial en 2018 hace muy poco por castigar el “uso indebido de la pauta”, pues ocurre luego de que millones de personas han visto el anuncio.
En cambio, el fallo ayuda mucho a la estrategia de López Obrador de victimizarse alegando que no quieren que se escuche su voz.
De esa manera, AMLO y Movimiento Regeneración Nacional logran lo mejor de dos mundos: ser parte del sistema electoral, cobrando las prerrogativas a que tienen derecho los partidos y echando mano de los tiempos oficiales, mientras que crean la apariencia de que son algo distinto a todos los demás.
Se trata de un muy efectivo acto de prestidigitación, digno del engaño incluido en el spot y que se repitió durante semanas en sucesivas transmisiones: que ese avión presidencial “no lo tiene ni Obama”.
Personalmente creo que ninguna autoridad debiera decidir qué actos de propaganda política pueden ver o no los ciudadanos de este país.
Por eso me parece lamentable el fallo del TEPJF. Pero debo aclarar que también estoy en contra del abusivo y censurador modelo de comunicación política que se aprobó en la reforma electoral de 2007-2008… para dar gusto a AMLO.
Recordemos que el modelo que tenemos existe porque López Obrador pretextó que la publicidad privada estuvo entre las causas de su derrota en los comicios presidenciales de 2006.
Si me preguntan a mí, yo tiraría ese modelo a la basura, con lo que nos ahorraríamos las absurdas discusiones sobre si un spot viola o no la ley.
Sin ese modelo de comunicación, nadie podría bajar del aire un anuncio como el de Morena sobre el avión presidencial. Y quedaría a juicio de los electores si contiene afirmaciones mentirosas o no.
Así, dejaríamos de ser un país que trata a sus votantes como menores de edad al decidir –así sea a destiempo– qué pueden ver o no ver.
Además de recuperar su libre albedrío, secuestrado por la reforma de hace ocho años, los mexicanos dejarían de pagar por los horribles y hartantes spots con los que son bombardeados cada temporada electoral.
Me imagino que esto debe ser inaceptable para Morena y otros partidos, porque el actual modelo les evita tener que gastar su propio dinero en spots. Siempre es más cómodo gastar el dinero de los demás.
Yo ya no encuentro razones para seguir dando tanto dinero público a los partidos.
Ese tipo de financiamiento no ha evitado los males que sus impulsores decían que evitaría. A las grandes cantidades de recursos públicos que reciben, los partidos agregan dinero privado que fluye muchas veces sin control en las campañas.
Que los partidos paguen sus spots. Sinceramente no entiendo por qué debemos hacerlo los contribuyentes. Y que nadie censure lo que los partidos –o los particulares quieran pagar anuncios para manifestar una idea– deseen expresar. En suma, que haya entera libertad de expresión en las campañas.
Así, nos desharíamos del engorroso y caro proceso de deliberación de las autoridades electorales sobre la legalidad de los spots. Si éste no ocurre antes de la transmisión de los spots, carece de sentido.
Acabemos de una vez con este teatro del absurdo. Ése es mi deseo.
Ahora bien, mientras no se cambie la ley, será tremendamente hipócrita que AMLO y Morena digan que las autoridades electorales los quieren borrar al mismo tiempo que aprovechan las prerrogativas del sistema.
No olvidemos que la aparición del tabasqueño en los spots de su partido es el antecedente directo del abuso que otros políticos, como el panista Ricardo Anaya, han hecho de los tiempos oficiales para promover su imagen.













