Fue un juego y yo perdí y ésa es mi suerte…
Pedro Flores, Amor perdido
Hace muchos años estaba yo en un casino de Las Vegas jugando blackjack en las mesas más modestas. A mi lado, una señora se quejaba del croupier después de cada mano, porque no le daba la carta que ella necesitaba para hacer veintiuno y que ella había pedido en voz alta. Generalmente no hablo con desconocidos, aunque estén sentados a mi mesa, pero no lo pude evitar y le dije: señora, si usted quiere ganar en un casino, ponga uno.
Menciono la anécdota, en primer lugar, porque debe haber una persona, en millones de jugadores, que haya salido de los casinos de Las Vegas —para el caso de cualquier casino— con alguna ganancia. Los casinos y sus juegos son entidades diseñadas por matemáticos geniales para que la casa gane dinero y el cliente se ilusione con la posibilidad de ganarle a la casa. Lo aclaro porque me gusta la distracción del juego de azar por la distracción misma y no por la ilusión ingenua de resolver mis problemas económicos por la divina intervención de Birján.
Debe quedar claro que asistir a un casino, jugar en sus mesas y perder dinero legítimamente ganado no es ningún delito. Aceptar el crédito que solícitamente ofrecen los casinos a los jugadores para que sigan perdiendo, tampoco lo es. Dejar de pagar los documentos firmados, cuando se adquirió este crédito, según las leyes del estado de Nevada, en Estados Unidos, es una felony, que en español se traduce como delito grave.
Reportes indican que el licenciado Roberto Flores Treviño, procurador de Justicia del Estado Libre y Soberano de Nuevo León, incurrió al menos dos veces en esa felonía en 2006 y 2011, la última vez, por más de veinte mil dólares. El señor procurador afirma que pagó “esa lanita” a lo largo de diez años, tal vez más, aunque las fechas no cuadran. Pero eso es irrelevante, como lo es el hecho de que saldó la cuenta.
Lo que sí es importante es que en el proceso de ratificación de los funcionarios estatales, especialmente el procurador de Justicia, no solamente es indispensable presentar un certificado de no antecedentes penales, sino acreditar también el prestigio y la buena fama del postulado. Flores Treviño no hizo referencia alguna de que estaba fichado en Las Vegas por non sufficient funds/check.
Con su tono prepotente y mamón, el señor procurador dijo el martes, en conferencia de prensa, que él nunca firmó “cheques” por su adeudo, sino promisory notes, que se traduce como pagaré. Como diría mi abuela, es lo mismo Chana que Juana. Los norteños, tan proclives a admirar el sistema jurídico estadunidense, deberían recordar que en la justicia gringa con frecuencia es peor mentir sobre un delito que haberlo cometido. La revelación de la frecuente conducta lúdica de Flores Treviño, para la doble moral santurrona de los regiomontanos, hubiera sido motivo suficiente para no ratificarlo como procurador en el Congreso local. El ocultamiento de esa conducta y de los pagarés no cubiertos en tiempo y forma debería motivar su despido por parte del gobernador llamado Bronco.
Yo no creo que lo corra. En este juego, el que la hace no siempre la paga. Pero, volviendo a lo de mi abuela, las deudas del juego son deudas de honor.










