Poco a poco. Paso a paso. A fuego lento, Donald Trump está cocinando un peligroso brebaje de populismo, racismo y xenofobia que tiene extasiada a su legión de seguidores. Haciendo responsables a los migrantes mexicanos de los problemas de su nación, el empresario ha encontrado una fórmula atractiva que encapsula soluciones fáciles a problemas complejos. La estrategia es crear “culpables instantáneos” para saciar el apetito de sus fans en un entorno de desencanto con el establishment y de pérdida de empleos en varias regiones del país.
La receta no es nueva. Se ha ensayado en el pasado con resultados amargos y funestos. Al crear una atmósfera de animadversión a ciertos grupos sociales, la apuesta de Trump busca “reverdecer” un pasado de gloria bajo el expediente de que el modelo de desarrollo reinante debe mutar hacia una nueva etapa en donde la migración y el libre comercio sean considerados como enemigos de la clase trabajadora que se ha visto desplazada por los efectos de la globalización.
Para los propios republicanos, como para varios países que ahora se ven “demonizados”, la aventura comenzó como una especie de broma que se ha transformado en una pesadilla de la cual parece imposible despertar. Incluso, los analistas más agudos reconocen, ahora, que las posibilidades del millonario son cada vez más reales y que sus rivales no podrán detenerlo aunque igualen su discurso frenético y vacío. Mucha razón tenían aquellas voces que insistieron en que era indispensable denunciar el peligroso discurso de exclusión de Trump y no banalizarlo como algo que se evaporaría por sí mismo. Para los mexicanos, independiente del resultado de la interna republicana, la nueva filosofía antiinmigrante se perfila como una amenaza que presagia represalias y mayor exclusión.
En el fondo, aunque Trump sabe que los lazos económicos entre México y EU son serios y profundos, la radicalización de su mensaje, sintetizado en la figura de un “muro” para separar a la “gente honesta” de los “delincuentes”, representa una herramienta que seguramente resultará contraproducente.
En una nación forjada a través de la migración, la sola idea de un “racismo militante” dentro de las filas del partido republicano se ha transformado en una anomalía política indeseable, que exacerba los peores sentimientos sociales creando tensión y construyendo fantasmas en la mente del electorado.
Ante este panorama, otras minorías deberían activar todas las alarmas. Pensar que el racismo, que se va cocinando, desaparecerá de la noche a la mañana es iluso e ignora lo principal: existe un importante porcentaje de electores que suponen que sus problemas son producto de un grupo de “parásitos” que los han desplazado “robándoles” el futuro y cualquier oportunidad de ascenso social.
BALANCE: Como lo reconocieron dos expresidentes y la canciller Ruiz Massieu, los mexicanos no podemos acatar dócil y silenciosamente las ideas descabelladas y absurdas que buscan convertir a nuestra patria en el “chivo expiatorio” de los problemas de EU.
Todo lo contrario, debemos denunciar cualquier tipo de estrategia racista y xenófoba que busque enfrentar a dos naciones que han logrado desarrollar una asociación estratégica de largo aliento. Los 20 millones de mexicanos viviendo en EU debemos alzar nuestra voz y exigir que este tipo de política barata no se transforme en una “puerta falsa” que defina el tono de nuestra relación.
*Secretario para el fortalecimiento de la democracia de la OEA. Los puntos de vista son a título personal. No representan la posición de la OEA.













