La cruda papal

Sin duda, cualquier ciudadano mexicano incluidos nuestros gobernantes y servidores públicos tienen el pleno derecho a ejercer sus garantías individuales, las cuales incluyen la libertad de culto. ¿Usted deseaba asistir a la misa que celebraría el papa Francisco en la Basílica de Guadalupe? Podía hacerlo. ¿Usted quería recibir la comunión de manos del Pontífice?, podía hacerlo, aunque necesitaba una conexión de alto nivel para formar parte del grupo que comulgaría.

Pero si usted es servidor público de cualquier nivel, cualquiera que sea la investidura que ostente, lo que no puede hacer, lo que no puede permitirse, bajo ningún motivo o circunstancia, es desviar recursos públicos para apoyar, difundir la visita de un líder religioso. De  hacerlo, lo que usted estará, además de violentar el Estado laico, es cometer un delito que se tipifica como peculado, según el artículo 223 del Código Penal Federal, que dice: “Comete el delito de peculado el servidor público que indebidamente utilice fondos públicos u otorgue alguno de los actos a que se refiere el artículo de uso indebido de atribuciones y facultades con el objeto de promover la imagen política o social de su persona, la de su superior jerárquico…”. ¿Es aplicable esta fracción del código a las actividades de autopromoción que realizaron diversos gobiernos durante la visita del Papa? Usted juzgue. Si yo como servidor de gobierno ordeno el desvío y la utilización de recursos públicos para “darle la bienvenida a la CDMX a Francisco”, a lo que me estoy haciendo acreedor, según el mismo Código Penal, es a una sanción que va de dos a 14 años de prisión, y no por el hecho de celebrar o promover la visita de un líder religioso, no, sino por el hecho simple de desviar recursos que son de todos nosotros para realizar actividades de índole proselitista y religiosa. Es decir, privadas. Fondos públicos y actividades privadas.

¿Hubo derroche de recursos públicos durante la visita del Papa? En las semanas previas a su llegada, y durante la visita de éste, pudimos comprobar una especie de estipendio que nadie nos puede explicar. Anuncios espectaculares del gobierno de Chiapas en avenidas de la CDMX, saludando la visita de Francisco; espectaculares del gobierno de la CDMX, colocados en las principales líneas del Metro, dándole la bienvenida, en fin, una serie de manifestaciones del poder público en favor del líder religioso que se explica más que con la palabra ¿impunidad?

No lo sé, pero bien valdría que la ASF promoviera una investigación formal en este sentido. Sólo para salir de dudas, sólo para tener cuentas claras. Una vez terminada la visita del Papa a México, en la que entre otras cosas pudimos observar a nuestros gobernantes de toda índole y signo buscar el mejor momento para la fotografía con el Sumo Pontífice, podemos decir que nos queda una especie de cruda, una ligera sensación de mareo y hartazgo ante lo que podríamos calificar de excesos de nuestra clase gobernante. ¿Pensarán que sus fotografías al lado de Su Santidad les significan algún tipo de capital político a futuro? ¿En verdad eso piensan?

El Estado laico, aquel que en su arquitectura jurídica se declara independiente de cualquier organización religiosa y en el cual las autoridades que ostentan el poder público no se adhieren públicamente a ninguna creencia religiosa, ha quedado, al parecer momentáneamente, rebasado con estas demostraciones públicas de afecto por parte de nuestros gobernantes en turno. Sin embargo, lo que nos debe quedar muy claro es que el límite, la línea invisible que ningún servidor público en funciones puede atravesar, es la línea que separa los recursos públicos de las actividades privadas. Y es aquí donde debemos preguntarnos si el Estado laico se doblegó ante la jerarquía eclesiástica o sólo son conjeturas producidas por la cruda papal.